El 2 de agosto recibimos la noticia del sobregiro del planeta. El haber agotado todos nuestros recursos para abastecernos por un año cuando recién comenzamos a transitar la segunda mitad, es evidencia de que estamos frente a un déficit ecológico. Hemos dejado a la tierra sin margen de tiempo para recomponerse.
Frente a este escenario, es pertinente realizar una reflexión acerca de nuestra responsabilidad ante esta situación.
Muchos hemos adoptado el foco empresarial en el triple impacto (económico, social y ambiental), el que busca no sólo maximizar beneficios para los accionistas, sino también, buscar un efecto positivo en lo social y ambiental, pero ¿es suficiente?
Si consideramos la magnitud del problema, es evidente que el triple impacto es importante pero insuficiente, puesto que las problemáticas que estamos enfrentando vienen de una forma de habitar el mundo, un mindset que está anclado en la cultura.
Es necesario ampliar el triple impacto e incluir en nuestra toma de decisiones la transformación cultural, el cuarto impacto. Es imperativo reconocer que las problemáticas enfrentadas son un resultado de una matriz de pensamiento, un paradigma imperante que requiere ser desafiado.
Las organizaciones tenemos mucho que implementar de cara al futuro y es necesario amigarse con la idea de dejar ir fórmulas obsoletas y encontrar soluciones que tengan en cuenta nuestro nuevo habitar en la tierra, como el gran colectivo humanos que somos frente a nuevas complejidades de orden mundial. Eso es parte de una nueva cultura.
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