La crisis climática es un desafío global que requiere de una visión compartida para poder abordarlo de manera efectiva. En un mundo altamente tecnificado como el actual, la especialización ha sido clave para el éxito en diversos ámbitos, desde el empresarial hasta el médico, y ha moldeado la sociedad en general. Sin embargo, frente al cambio climático, surge la necesidad de una visión más amplia que nos permita unir fuerzas en lugar de enfocarnos únicamente en aspectos específicos.
La sociedad actual está inmersa en distintos ritmos, donde las exigencias de la vida urbana chocan con la tranquilidad del campo. Mientras en la ciudad se prioriza la eficiencia, la rentabilidad y la competencia, en el campo se sigue el compás natural de las estaciones y los ciclos de la tierra. A pesar de estas diferencias, el cambio climático no espera, avanza sin pausa y nos recuerda que la naturaleza no entiende de agendas humanas. Los fenómenos extremos como ciclones, incendios y lluvias intensas son señales de que algo está cambiando a un ritmo alarmante.
La pregunta que surge es por qué todavía hay quienes no perciben la magnitud del problema. El cambio climático puede no ser visible a simple vista, pero sus efectos son tangibles y cada vez más evidentes. En un mundo donde la verdad y la confiabilidad se tambalean, es crucial encontrar puntos de encuentro y consenso para implementar políticas y medidas efectivas de mitigación.
Las empresas pueden postergar sus acciones ambientales hasta que la presión externa las obligue a actuar, pero la clave está en integrar la perspectiva del hombre urbano con la naturaleza. Es necesario trascender la lógica de la competencia y el beneficio individual para abrazar un enfoque de cuidado, solidaridad y protección hacia nuestro entorno y las generaciones futuras. Es imperativo cambiar nuestra forma de mirar el mundo y adoptar una nueva mirada que nos permita enfrentar los desafíos actuales con responsabilidad y empatía.